Distintos interlocutores y momentos; distintas promesas y premisas. Pero en el fondo, el acuerdo de paz firmado hace 6 años entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC, y el que empieza ahora entre el gobierno de Gustavo Petro y el ELN, tienen un común denominador: que en Colombia dejemos de matarnos; que se respete la vida de los ciudadanos, del agua, del aire y de la tierra; que se callen las armas y se le dé voz, voto y verdad a una auténtica democracia. Para eso es preciso conocer y reconocer la historia, pedir y ofrecer perdón, y que los combatientes -estatales y subversivos-, cambien la degradación del enemigo por el respeto a los derechos del opositor.
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